En la actualidad los casos de
bullying o acoso escolar en nuestro país han puesto en la mira a la violencia
como un fenómeno presente y muy frecuente en nuestra sociedad
desafortunadamente.
Y es que estos casos de bullying aunque no
eran los primeros en suceder, si eran los primeros casos que tenían el foco de
los medios de comunicación y de la opinión pública en ellos.
El bullying aunque ya es un tema
que ya abordamos en el anterior post de este blog es importante destacar que lo
consideramos de alguna manera producto de un entorno violento.
Si bien podemos destacar varias hipótesis
explicatorias de donde y en qué momento germina este fenómeno, si la escuela o
la familia tienen directa relación causal en el bullying, si lo abordamos desde
un punto de vista más general y tomando en cuenta un enfoque sociocultural,
podemos darnos cuenta que el bullying es parte de un serie de fenómenos
productos de un entorno de violencia alarmante que estamos viviendo en nuestro
país.
Comúnmente cuando pensamos en el término
de violencia ,consideramos que cualquier manifestación de violencia nace o
tiene su origen en el exterior ,y se inicia o germina de manera individual, no
obstante la violencia esta insertada en los núcleos familiares, si bien no
podemos aseverar que en su totalidad una persona violenta sea producto de su
entorno familiar si comúnmente podemos observar que en los núcleos familiares
es donde se inician las primeras interacciones sociales con componentes de
violencia .
Una sociedad en donde los
fenómenos de violencia son comunes, son producto de una cantidad de factores
,tanto a nivel social como cultura; el aspecto cultural también tiene una gran
importancia en la forma en cómo se observa que evolucionan ciertos fenómenos de
violencia en nuestra sociedad; como muchos sabemos vivimos en una sociedad que
desde sus orígenes ha tenido un componente patriarcal importante, si bien nos
podríamos remontar siglos atrás a la época prehispánica y encontrar rasgos
importantes de patriarcado ,también es cierto que fue hasta la época colonial
que se empezó a acrecentar el concepto de familias patriarcales como lo
correcto , aceptado y única forma de familia funcional.
A lo largo de las décadas, la educación
patriarcal estuvo acompañada por un desplazamiento de la mujer a papeles
secundarios o poco trascendentales, lo que creaba una dependencia económica,
emocional e incluso intelectual hacia al jefe de familia, al ser la mujer
relegada a las actividades propias de la maternidad.
Esto permitió que se diera una
relación más de sometimiento que igualitaria, guardando sus excepciones y son
el objetivo de generalizar, podemos entender que durante mucho tiempo la
violencia física, psicológica ,económica e incluso sexual fue normalizada y
vista como un componente propio de la relación de pareja y de la interacción
familiar en nuestra sociedad.
A la par la educación tradicional
dictaba un mayor poder coercitivo por lo que los castigos corporales eran la
herramienta perfecta para el sometimiento y el aprendizaje de reglas y normas básicas
para convivir y ser aceptado dentro del núcleo familiar. La educación a la
vieja usanza se caracterizaba por tener un componente de disciplina rígida.
A lo largo de las décadas los modelos
educativos parentales han ido cambiado, y el concepto de la educación
disciplinada y rígida fue cambiando a modelos educativos más relajados, donde
se podía dar paso a el dialogo.
Sin embargo la entrada de un modelo educativo
distinto al tradicional no se hizo de manera rápida, aun en la actualidad ,la
educación parental sigue teniendo rasgos de la educación tradicional, sobre
todo los castigos que tengan algún componente de violencia ,pues seguimos
pensando que el sometimiento y la coerción aceleran el aprendizaje de valores y
“reglas” básicas para la vida, en algunas familias aun con ciertos componentes
tradicionales se tiene la firme creencia que una educación relajada o flexible
educa niños irresponsables.
En la actualidad, los modelos de
familias han cambiado drásticamente, existe un gran crecimiento de familias
monoparentales donde la responsabilidad de criar es asumida por uno solo de los
padres ya sea por separación, divorcio, muerte de alguno de los progenitores, o
quizás familias en las que por causas laborales, se asuma la responsabilidad de
crianza, educación y sustento por parte de uno de los padres.
El crecimiento de las familias
monoparentales viene aunado a un mayor empoderamiento de la mujer, en donde se
asumen puestos laborales y posiciones de poder de mayor rango y en donde
combinar la crianza de los propios hijos y el ámbito laboral se conjuntan de
manera indispensable. El desarrollo profesional y laboral son igual de
importantes y asumir la maternidad como un proyecto de vida es común que se
logre a la par.
Aun cuando los tiempos han
cambiado radicalmente y tanto mujeres como hombres viven una vida profesional y
familiar aparentemente igualitaria, es importante recordar que aun vivimos en
una sociedad en donde los rasgos de una sociedad patriarcal siguen estando
presentes.
Muchos incluso pueden asegurar que
seguimos viviendo en una sociedad donde el machismo impera, puesto que aunque
aparentemente las condiciones siguen siendo igualitarias en apariencia, en el
trasfondo las mujeres siguen sufriendo un machismo invisible que trastoca cada
uno de los ámbitos donde se desenvuelven las mujeres.
El machismo invisible convive con una búsqueda
de empoderamiento mal lograda por parte de algunas mujeres, es decir seguimos
creyendo que la única manera de ganar oportunidades y posiciones igualitarias
es derribando el machismo mediante una especie de hembrismo.
Por otra parte la violencia de
pareja se ha recrudecido, empezamos a observar relaciones de pareja donde la
escalada de violencia por parte de ambos miembros de la pareja es muy común, es
decir comenzamos a notar que en esta clase de relaciones de pareja, hay dos
agresores que oscilan en el papel de víctima en ocasiones esporádicas o convenientes,
que dependen más que nada de las posiciones de poder que asuman las parejas en
su momento.
Tomemos en cuenta que estas
relaciones de pareja se vuelven sumamente adictivas y dependientes, por lo
tanto no es raro encontrar que estas parejas siguen manteniéndose a flote a lo
largo de los años, e incluso deciden casarse y procrear hijos al cabo de un
tiempo.
Estas familias se constituyen
mediante relaciones de violencia en donde no solo la interacción si no los
métodos de crianza están insertados con una gran cantidad de rasgos de
violencia que pueden ir desde pellizcos, golpes, insultos hasta en muchos casos
agresiones directas hacia el cuerpo o violencia psicológica, verbal o sexual
repetitiva.
Esta violencia familiar se
traslapa a contextos externos tales como el trabajo, la escuela o las
relaciones personales afectivas.
Es importante destacar que de
todos los tipos de violencia, la violencia física es la más notoria, en tanto
que la violencia psicológica, sexual o económica son más pasadas por alto,
minimizadas o incluso poco percibidas incluso para los miembros de la propia
familia quienes lo ven como algo “normalizado” o necesario para la convivencia
familiar.
La violencia normalizada se
traslapa a nuestro exterior, y en este punto es difícil de explicar si las
propias sociedades tienen una relación causal respecto la violencia
intrafamiliar o viceversa.
En la siguiente entrega de este
post explicaremos la importancia de crear y construir familias libres de
violencia, su efecto en nuestra sociedad y como identificar violencia
aparentemente normalizada en nuestra sociedad.
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